31 may 2018

Desvarío

La certeza
que deja tu lejanía
me aferra
al desasosiego,
llorando la noche
oscureciendo los días,
cavilo abstracto
sin fuego, sin ego.

Ambivalente,
soy una estrella
sin cielo,
firmamento vacío;
hierve la sangre
que ruidosa
calla el deseo,
ahora convertido
en desvarío.

Puerta

Una vez más vienes a mi puerta
con el rímel estropeado,
vociferando que estás muerta,
con el corazón apagado.

Que tu matrimonio se ha terminado,
que la infelicidad los gobernaba,
que equivocaste el ser amado,
que tu llanto por las noches transpiraba.

Una vez más vienes con los labios resecos,
el alma quebrada y circunspecta;
eres una moneda absorta en un pozo sin deseos,
anhelando cruzar el umbral más allá de esta puerta.

De qué...

¿De qué me sirve, mujer,
tu llanto, tu clamor, este influjo?
¿De qué me sirve este querer
de proletario errante, sin lujos?

Seca esas lágrimas
que me significan nada,
¿es que olvidaste que hace mucho dejamos de ser ánimas
jugando al amor sobre una fría cama?

¿De qué me sirve este abrazo denso,
empalagoso, esta queja reprimida?
¿De qué me sirve esta puesta en escena, este beso
superfluo, síntoma de mujer cautiva?

Apaga esa llama que cargas contigo:
sigue de largo; no vuelvas la mirada atrás,
solo puedo socorrerte como un amigo,
porque estoy enamorado de alguien más.