-guardando (im)prudente distancia-,
mientras intento extender mis brazos
sobre tu cuerpo de sirena sin malicia?
¿Me dejarías cobijar tus pensamientos,
arropar tus sueños y templanzas,
ahuyentar de ti venideros sufrimientos,
mientras comparto con el viento una y mil alabanzas?
¿Me dejarías aproximar mi cuerpo al tuyo,
permitirme entrelazar tus dedos;
que mis labios viajen hasta tu cuello
y rocen tu piel de nieve, envolviéndolo en besos?
¿Me dejarías recostar mi sien adormilada
sobre tu hombro; el corazón latiendo de cero a cien
confesarte en susurros -mi bien amada-:
que amarte, como lo hago, me hace tan bien?