Para Catalina
Y un día dejé de verte ¡Vita mía!
y no volví a verte más...
Y un día viniste a mí porque el anochecer
reclamó a uno de los tuyos;
y entonces te abracé, te consolé
y te arropé con palabras fútiles
que poco menguaron tu tristeza.
Y un día la vida se tiñó de incertidumbre
y nuestras viejas rutinas desaparecieron
en una nebulosa que parecía interminable
y que sobrevoló tu existencia, la mía,
la de todos, la de nadie.
Y un día todo se volvió llevadero
y las vidas que habían quedado suspendidas en el limbo
se encontraron encalladas en una nueva normalidad
que se afianzaba más y más.
Y entonces tú, tu longevidad y tu entorno
se vieron fortalecidas, y parecía que un halo de inmortalidad
te había sido concedido ¡dichosa tú!
pero la vida gesta la trama sin consultar.
Y un día dejé de verte, cuando vino a mí
la triste noticia de tu final, de la distancia que ahora has alcanzado
y que ya no puedo tocar;
del suspiro que diste antes de ser leve
y que no pude presenciar.
Y un día dejé de verte ¡Vita mía!
y no volví a verte más.