Quedan los despojos de mi decisión: la conversación a medio terminar;
la veta lagrimal formándose en tu rostro mientras asumes el impacto.
Quedan rezagados los recuerdos enajenados preservados en ámbar;
la promesa incumplida de mi voz... los sueños truncos de facto.
Quedamos tú y yo en una ceremonia de intimidad, de falsa proximidad
porque ya no lato a tu lado, porque mi cuerpo inerte, amoratado,
no puede devolver el gesto que hoy acompaña tu calamidad;
queda la deuda de reciprocidad... tu voz quebrada, su llanto concatenado.
Queda el silencio que no puedes oír; la guadaña blandiéndose
mientras velas lo que alguna vez fui. Queda la bocanada de resignación
esparcida en el ambiente; el trazo sangrante y moribundo escribiéndose
mientras me descompongo. Queda la muerte, su miel y la anticipación.
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