Tu piel escarchada fundiéndose en el lupanar;
el menjunje de aromas interiores que desprendes;
el cardenal en tu rostro que conjuga con tu mirar;
tu cuerpo aglutinado en incómodas siluetas de pez.
Las voces parroquianas embelesando tu psique;
tu falsa atención perdiéndose entre el gentío;
el tacto ajeno trastocando la virtud de tu dije;
las transacciones banales aguardando el vacío.
Un ser convertido en moneda de cambio;
piel revestida de sueños truncos y filias vagas;
carne en estado vegetativo, capitán sin navío;
llanto silente tras bambalinas, noches frías.
Fuiste integridad e inocencia, Simone; mas el clamor
mundano de seres salivando lujurias impropias,
transmutaron tu esencia convirtiéndote en dolor,
otorgándote una identidad mundana: 'sonríe, Olimpia'.
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