Cabalgas cargando contigo
el destino que debo transitar.
El trote ajeno se vuelve amigo;
cansado, me dispongo a habitar.
Las riendas volviéndose grilletes
aprisionan mi psique, obnubilando
colores erráticos y empáticos. Mientes
al decirme la verdad de tu manto.
Tu capa es bruma, hiel mineral
que cobija animadversiones perversas.
El eco de una campana de cristal
se posa sobre mí envuelta en sedas.
Entregado al trayecto señalado
el lienzo nacarado se torna
difuso: el apóstol inmaculado
baja del equino riéndose con sorna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario