Se ha dibujado una lágrima en su rostro
mientras descubre [previa ayuda y confesión]
que el dolor que sobrevoló su amor como un espectro
está en aquellos versos escritos sin caución.
Vuelve la mirada [y el tiempo] al texto,
suprimiendo el llanto, cavilando internamente;
sus lagrimales brillan, ella ensaya un pretexto,
divagando sin fuego, intentando ¡oh, mujer! ser valiente...
Empero, el letraherido... el poeta menor
consuela el ánimo que en ella ha florecido:
suturando aquella herida, ahuyentando el resquemor
que la sumió en un dolor que finalmente se ha ido.
Ella vuelve su rostro al presente:
retomando la risa, el ambiente jovial,
ella mira a través del ventanal el poniente,
transfigurando el recuerdo en espiral.
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